Hay libros que desgarran con el mismo furor con que alumbran. Libros a los que uno entra como a una selva virgen, a riesgo y plenitud de no salir jamás. El que nos ocupa en estas líneas, del ecuatoriano Ernesto Carrión (1977), es de esos raros ejemplares. Con un epígrafe general de Elías Canetti: “Quiero despedazarme hasta estar entero” y con el siguiente estrambote: “Quizás por eso la poesía es una adicción que bordea la sustancia sin alegría. Quizás por eso toda escritura es una prueba del fracaso de lo que somos”, entre ambos polos y a lo largo de 232 páginas alienta una indagación feroz en los nodos de la existencia, en la que el sujeto lírico se va, en efecto, despedazando en una luminosa derrota.

Compuesto por tres cuadernos (o cuerpos, como le gusta llamarlos a Carrión): “Restos humanos”, “Mudanza perpetua” y “Dame un país después de la medianoche”, el volumen incorpora, además, como epílogo, el ramillete de seis poemas “Canvas con nubes” (inspirados y acompañados por fotografías) y, como último aldabonazo o post post scriptum, el texto testimonial “Escribir hasta vaciarse o tener tierra”, al que pertenece la cita anteriormente referenciada.

Este es, sin duda, un gran valor del tomo: contener en sí mismo tres volúmenes, cada uno con intensidades y amplitud digna de publicarse como obra independiente y, por si esto fuera poco, complementarlos con otros textos poéticos y uno en prosa, en los que la crónica vivencial y el arte poética se dan la mano.

Segundo ejemplar de la colección Cátedra Gonzalo Rojas, en Materia primitiva (Editorial UDEC, 2024) confluyen el poema del corredor de fondo (“Carta larga hacia el final de la noche”) con el del velocista lírico (“5. seguramente mi palabra morirá como un gran pájaro/ en una madrugada/ que la fantasía no utilice más los servicios de la realidad”). Lo cual, dicho sea en justicia, evidencia las excepcionales dotes de este deportista de la palabra para salir airoso de cualquier lid.

También es de destacar la hibridación de la poesía esencialmente política, que no panfletaria, y la otra, de carácter más existencial o filosófico, en la que el sujeto bucea tiempo adentro hasta los orígenes de la familia o de la especie, o hasta su inextricable futuro, para ir inventariando las magulladuras, “la suma de nuestras soledades”, en busca de “la tierra que nunca veremos”, porque “somos finalmente el miedo absoluto”.

Un niño que entra a destiempo en la muerte, un ser anacrónico que vende archivadores inservibles, una familia, y otra y otra, que se quiebran sin remedio, un país que solo sabe acribillarse… el hablante poemático traza, a punta de cuchillo, un mapa terrible de esa rara circunstancia de estar vivos y deja espacio, aún, para la esperanza, “inútil, pero necesaria”. Su vocación es firme: “arqueólogo de animales heridos”.

Con una escritura torrencial, que lo lleva a publicar de uno a tres libros cada año, Ernesto Carrión es también novelista y profesor de talleres creativos. Acumula una extensa lista de premios y distinciones que dan cuenta de su estatura entre las voces más relevantes de la literatura continental en lo que va del siglo XXI. Materia Primitiva, resultante de su estancia como poeta residente en la UdeC entre 2023 y 2024, aporta más luces a esta cadena de aciertos. (J.A.L.)