Con sus poemas “Las Sílabas” y “Velocísimo”, el propio poeta —en un fragmento del documental Gonzalo Rojas: La Casa, El Fuego, El Río— fue la primera voz en escucharse. La cita había sido pactada “Contra la muerte”, a 14 años de que esta intentara silenciar la energía “Del relámpago”. Y contra la muerte enfilaron los testimonios, anécdotas y comentarios que dieron cauce a la primera tertulia “Hacia todos los vientos”, el espacio mensual de la Cátedra GR que inició su andadura en la librería del FCE Marta Brunet de la UdeC, el pasado jueves 24 de abril.
Desde una óptica plural, participativa y de diálogo entre las distintas artes y tradiciones, la tertulia reunió a estudiantes, graduados, profesores y creadores de la región y vecinos amantes de los procesos culturales, en la feliz confluencia de la poesía. Los invitados centrales fueron: Laura Daza, directora del Centro Cultural Casa Gonzalo Rojas, de Chillán; el doctor Francisco Vergara, psiquiatra, humanista y miembro del Comité Ejecutivo de la Cátedra, y el narrador y periodista Camilo Ortiz, quien fuera asistente del poeta Premio Cervantes chileno.
La intérprete de canto lírico Kiyen Huenuan, integrante del Coro infantojuvenil de Chiguayante, regaló a los asistentes una muestra de su virtuosismo en varios temas, entre ellos el “Ave María” de Franz Schubert.

Kiyen Huenuan deleitó a los asistentes con sus interpretaciones.
QUIEN HA VISITADO LA CASA SIEMPRE ESTÁ VOLVIENDO
La poesía de Gonzalo Rojas es una permanente carta de navegación para poder hacer la curaduría del Centro, gestionar la vinculación con las instituciones, mediar y enseñar lo que hay dentro: grabado, fotografía, literatura… comentó Laura Daza en intercambio con la directora de la Cátedra, Dra. Cecilia Rubio.
La editora y relacionista pública, quien confesó el lugar central que ha tenido en su vida el poema “Crecimiento de Rodrigo Tomás”, señaló la magnitud y diversidad de la institución que dirige, y atesora y comparte el legado del autor chileno. Es el centro cultural más complejo de su tipo en el país —apuntó— pues en su interior se articulan un museo, una galería de arte y una biblioteca pública, todo bajo el amparo de un inmueble declarado monumento nacional.
Ante una pregunta del público en torno a su propia trayectoria, Daza se definió esencialmente como lectora, desde que a los 4 años conoció la maravilla de los libros. Y precisó que esa había sido la clave para llegar, conocer y seguir defendiendo hasta el día de hoy la obra de Rojas.

Para Laura Daza, al poeta siempre hay que llegar a través de sus versos.
ESTAR CERCA DEL ALMA HUMANA
El psiquiatra Francisco Vergara, quien relató haber preferido su especialidad por sentirla la más cerca del alma humana, quiso organizar sus ideas para el encuentro en un sustancioso artículo testimonial, y compartió entonces con los participantes el recuento de 4 momentos en los cuales la poesía viva de Gonzalo Rojas lo habían impactado.
En agosto de 1966, mientras la UdeC entregaba a Pablo Neruda un Premio Especial Atenea, fue la primera ocasión en la que el entonces estudiante descubrió que en el centro de altos estudios laboraba un poeta enorme. Luego, en 1986, cuando la propia universidad —bajo los influjos de la tiranía— no quiso recibir al poeta para presentar su libro El Alumbrado, el Colegio Médico, en el cual Vergara era jefe de su Departamento de Arte y Cultura, le brindó el espacio de su auditorio, relató el galeno.
El tercer instante “gonzalorojiano” que evocó el doctor, trascurrió en un ciclo de homenaje al poeta, en 1998, en el cual su poesía se interpretó por grupos musicales de rock en el recital “Música del relámpago”. Y el momento final de una relación de distante cercanía por 4 décadas fue en 2001, cuando Gonzalo Rojas y otros grandes poetas latinoamericanos leyeron desde el balcón de La Moneda. Finalmente, Vergara rememoró con voz emocionada los versos de “Cifrado en octubre”, dedicados a la muerte de Miguel Enríquez, quien fuera estudiante de Medicina, como lo fue él mismo en nuestra Universidad.

El doctor Francisco Vergara se emocionó al repasar instantes vitales vinculados a la poesía de Gonzalo Rojas.
DESAFIANTE VITALIDAD A LOS 80
El periodista Camilo Ortiz, desde que tomó la palabra, prometió referirse a un humano “terrenal” y no a la gran figura literaria que sin duda fue Rojas. Ante la pregunta de cómo era convivir con él, que Ortiz contó haber respondido muchas veces, recomendó conocerlo primeramente por su obra; y luego pensar —aludiendo a sus propios versos— que era todos los hombres a vez. Estaba el doméstico, supersimple; estaba el intelectual más complejo; estaba el otro que se enojaba si no salían bien las cosas o si lo interrumpían… y así muchos Gonzalo.
El poeta, aún a sus ochenta años, no perdía, al menos en el discurso, los bríos que tantas veces dejó plasmados en sus versos, en cuanto a una potente capacidad amatoria, comentó Ortiz y evocó diálogos con él que arrancaron a los contertulios más de una sonrisa. Quizá a la mente de varios volvieron aquellas líneas de “¿Qué se ama cuando se ama?”: “Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra/ De ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar/ Trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,/ A esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso”.

Camilo Ortiz rescató anécdotas de la cotidianidad con el gran escritor.
En cualquier caso, como había narrado minutos antes desde el público el musicólogo Rodrigo Pincheira, quien entrevistó al poeta precisamente por sus 8 décadas de vida, a esa edad era capaz de sacarse la chaqueta, colgarse de las barras, y subir y bajar 12 veces su cuerpo, como un deportista mucho más joven. Por lo tanto, es de suponer que el autor de Réquiem de la mariposa practicaba aquella máxima latina de mens sana in corpore sano. (Texto y fotos: J.A.L.).